No podía apartar la mirada de aquel instrumento tan inquietante. Y lo que lo convertía en más inquietante era el material del que estaba hecho, goma oscura, lo que le confería el aspecto espantoso de un sexo de negro.
—Pero... ¿Esto qué es? —balbuceé temeroso.
—Es John-John, querida. ¿Verdad que tenías deseos de conocerlo? Pues ya estás satisfecha. —Sonrió viciosamente— ¿Sabes lo que pienso hacer con John-John?... ¿No lo adivinas?... ¡Te lo meteré por el culo, bonita!
Le lancé una mirada aterrorizada y se echó a reír.
—¡Claro que sí! Te daré por el culo, reina mía. Pienso meterte a John-John hasta el fondo del culito. ¡Qué te pensabas! ¿Que era suficiente con ponerte un vestido bonito, unas bragas, unos zapatos y dejarte crecer el pelo para ser una mujercita? Pues estabas muy equivocada, boba. Pero no te preocupes, pronto serás una chica de verdad. Ya lo verás. Cuando te haya desflorado el culo, te comportarás como una señorita.
Entonces, ante mi mirada despavorida, se ajustó el terrible objeto sobre el pubis, mediante unas cintas de nilón, transformándose en un joven bien parecido y dotado de una verga de gran calibre.
Tomó un tubo de vaselina y empezó a extenderla a lo largo de aquella polla negra y reluciente.
Me dirigió una sonrisa que dejaba entrever el grado de excitación en que se hallaba.
Aterrado por la idea de que pretendiese empalarme con aquella inmensa estaca me puse a lloriquear, pero lo único que conseguí fue que se echase a reír.
—Venga, venga. No temas. Todas las jovencitas guapas se dejan encular. Mejor que sea tu tía quien te lo haga la primera vez. Lo haré muy despacio.
Me untó el ano con vaselina y con gran suavidad me metió el dedo en el recto.
Al sentirme penetrado di un salto, pero lo cierto es que aquel dedo que iba y venía en mi interior no me producía ningún dolor.
Mientras suspiraba volví la cabeza y pude ver que mi tía se encontraba inclinada sobre mis nalgas, con un rictus obsceno en los labios.
Cuando pensó que ya estaba a punto, intentó separar al máximo los laterales del agujero del culo y noté el contacto de algo grueso y redondeado que chocaba contra el ano abierto.
Al principio la presión era suave, pero poco a poco se fue haciendo insistente y noté que el ano se abría para dejar paso al inmenso falo. Entonces empujó violentamente y aquella polla descomunal forzó el anillo muscular del culo y se asomó al interior del recto.
Gemí en un tono elevado. A medida que el glande impregnado de vaselina me entraba, el dolor se hacía más y más vivo. Involuntariamente apreté el culo para detener el avance. Ella, que tenía mucha práctica, aflojó la presión y estuvo unos segundos inmóvil, jadeando. En el momento en que observó que los músculos se habían relajado, hizo un movimiento desabrido y violento y me hundió de golpe el enorme falo en la estrecha vaina de mi indefenso culo.
El daño que me causaba el esfínter, me cortaba la respiración y me arrancaba lágrimas como puños, pero mi tía, fuera de sí por la lujuria, en modo alguno se dejaba enternecer, al contrario, aferrada a mis muslos, luchaba intentando introducirme por entero aquella enorme polla. Finalmente consiguió su propósito y pese a la estrechez, mi culo engulló la desproporcionada herramienta hasta la base, de forma que los pelos de mi tía rozaban mi culo abierto de par en par.
Mi tía resollaba como si le faltase el aire tras los esfuerzos que había tenido que hacer para conseguir empalarme. Al cabo de un rato, me agarró por las caderas y empezó a moverse rítmicamente hacia delante y hacia atrás.
Al principio me limaba despacio, como si tuviese dificultades para desplazar la gruesa estaca por el estrecho canal y yo me limitaba a quejarme sin hacer escándalo, pero las sacudidas se fueron haciendo más rápidas y violentas, hasta que, con la ayuda de la vaselina, consiguió baquetearme muy deprisa.
Cada vez que me hundía la picha en el ano, la dilatación y la fricción me provocaban una oleada de dolor que se irradiaba por todo el culo y me arrancaba gemidos y súplicas. Ella seguía sin aflojar el ritmo. Emitió una risa ronca y clavándome las uñas en las nalgas aceleró el ritmo.
El culo me quemaba y el dolor se hizo tan insoportable que babeaba como un niño pequeño. ¡John-John era demasiado grande para un culo como el mío!
El estado de postración en que me hallaba todavía la excitaba más y empezó a pronunciar palabras obscenas.
—¿Qué?... Ahora sí que te has convertido en una chica de verdad. ¿Te gusta tener a John-John dentro del culo?
Zarandeado por el vaivén de la polla inmensa, únicamente me quedaba el recurso de gimotear.
—Tía, me duele mucho. Te lo ruego, para ya... Es demasiado grande.
Por toda respuesta me hundió más profundamente el monstruo.
—¡Toma por el culo, amor mío... toma por el culo! Aún saborearás otras mayores... te lo prometo... Abre bien el culo... Toma por el culo... Te estoy desflorando el culo, nena... A que la sientes, ¡esta pollaza de negro!... Toma por el culo... Te enseñaré a tomarle gusto, a esto... ¡Ves cómo consigo abrírtelo... tu culito de chica!... Es delicioso, eh, guapa.... Dime que te gusta... Dime que te gusta esta polla enorme...
Empezó a farfullar y gritar como cuando le lamía el coño o el culo.
Después se incorporó y noté que extraía la enorme picha que, me había clavado hasta la altura de los testículos.
—Ahora duerme un poco, amor mío. Descansa, ya que todavía no he terminado contigo. Tu precioso culo debe acostumbrarse a nuestro simpático amigo John-John. Y ahora que tu flor se ha abierto, no debemos permitir que vuelva a cerrarse.
Durante los dos días siguientes, pese a las lágrimas y las súplicas, me dio por el culo ocho veces, con el propósito de abrir y ensanchar como ella deseaba mi culo de jovencita.
Transcurridos diez días «aquello me gustaba», tal como mi tía había predicho. Cada vez que me perforaba con aquel incansable John-John, sentía placer, porque al mismo tiempo me masturbaba como solo ella sabe hacerlo.
Una mañana, mientras nos acariciábamos mutua y lánguidamente, tuvo la fantasía de hacerme empalar por Lisette con ella de espectadora.
La muy viciosa no se hizo rogar y en un instante, por la mediación mágica del negro John-John, se transformó en un arrogante adolescente dotado con una picha de caballo.
Lisette, arrodillada detrás de mí, me separó las nalgas y con mucha ternura me lamió el ano, que por aquel entonces estaba ya mucho más flexible y distendido.
Al ver mi precioso culo ofrecido en aquella posición indecente, la camarera perdió por completo la cabeza. Apoyándose en mis nalgas, me introdujo por completo a John-John y a continuación empezó a moverse cada vez con más nervio, haciéndome gemir y suspirar como una puta que se deja sodomizar por su amante.
Me había convertido en una jovencita viciosa y ya no ponía ningún reparo cuando tenía que ofrecer el culo a los ataques del querido John-John.
Mi carácter pasivo y dulce sugirió nuevos caprichos a aquella que me había reformado, y transcurrido algún tiempo, quiso entregarme a las acometidas de un verdadero macho: un pervertido amigo suyo, dotado de un gran miembro, que tenía mucha inclinación por los culos adolescentes.
Con todo, estas nuevas aventuras, durante las cuales mi cuerpo de jovencita tuvo que soportar la implacable ley de los machos, las explicaré en un futuro libro que prometo haceros llegar muy pronto.
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(Texto compendiado del libro de Armin Howard John-John)
(Texto compendiado del libro de Armin Howard John-John)