CARTAS


AMAS Y SUMISOS
Como respuesta a la entrada que habéis publicado con el título de AMA CABREADA quiero decir que soy sumiso y es posible que esa ama tenga razón y que haya muchos sumisos que sólo quieran que el ama los castigue o humille como a ellos les gusta pero que se resistan a obedecer al ama en lo que no les gusta.
Es posible que los sumisos tengamos muchos defectos o que, como dice el ama, seamos un poco farsantes, pero, ¿y las amas?
Yo llevo varios años buscando ama a través de contactos de revistas y de Internet y también tengo que decir que las amas me han decepcionado. Es muy difícil encontrar un ama, y las que encuentras o son unas gilipollas que quieren vacilar y no tienen ni idea o sólo quieren dinero (esclavos monetarios, como dicen ellas).

La última con la que contacté ya era la hostia, me ordenaba que cada mes le ingresase dinero en su cuenta y a cambio ella me daría el peor de los castigos, no poder verla ni hablarle. Nuestra relación se reduciría a eso, a que yo le ingresase en la cuenta, 150 € la primera semana de cada mes, excepto en junio y diciembre, que tenían que ser 300, y alguna cantidad extra si decidía castigarme, y a cambio ella, si le apetecía, me llamaría algún día por teléfono para ordenarme algo, ya que un perro como yo no tenía derecho a verla ni hablarle.
Yo le preguntaría a esa ama cabreada, vale, algunos sumisos quizá sean farsantes, pero, ¿y a esas amas cómo las definiría?

PRÉSTAMO DE SUMISOS
Me llamo Ángela, tengo 22 años, y escribo por el testimonio GOZAR CON UN SUMISO.
Me ha encantado la idea de tener un sumiso prestado para usarlo una tarde a mi antojo, sola o con mis amigas, y luego devolvérselo a su ama.
He puesto un anuncio y el resultado ha sido cero. No es que no haya tenido respuestas, pero eran o de sumisos que se ofrecían directamente o de un par de amas que me los querían alquilar.
Por supuesto dije que no. Ni quiero pagar ni quiero contactar directamente con sumisos, pues, como explicaba claramente en el anuncio, quiero que tengan un ama con la que tratar personalmente para al terminar de divertirme con ellos devolvérselo y no tener ningún compromiso.
Si la chica que os ha enviado el testimonio GOZAR CON UN SUMISO puede ayudarme os agradecería que le deis mi correo.
A mí me gusta azotar. Me pone atar a un tío y darle con un cinturón hasta que tenga roja la espalda y grite. Por supuesto también lo usaría sexualmente, aunque aún no he pensado cómo, pero lo que más me pone es lo de los azotes.
Saludos y un latigazo en los huevos a todos los sumisos.

Y LA FIESTA CONTINUÓ

La fiesta de inauguración no había terminado para ellas.
Al sentir el olor del coño de Carmen, que detrás de las bragas me presionaba la boca y la nariz, un coño con el que tantas veces había soñado, tenía la polla a tope y hubiera podido correrme de no ser por Rosa, que estaba sentada sobre mi estómago y de tanto en tanto se elevaba y dejaba caer con fuerza su culo sobre mí cortándome la respiración.
Precisamente fue Rosa la que se dio cuenta de lo dura que tenía la picha e inmediatamente les propuso a las otras desnudarme.
Para un tímido como yo, rodeado de tres mujeres a las que el alcohol desinhibía completamente y que me trataban como tres niños pueden tratar a un animal con el que deciden divertirse, la idea de desnudarme delante de ellas me resultaba muy preocupante.
El primer efecto fue que la polla se me deshinchó de golpe en cuanto me obligaron a ponerme en pie.
Carmen y Cristina me desabrocharon la camisa mientras Rosa me soltaba el cinto y el botón de los pantalones y me dejaba en calzoncillos. Esto lo hizo a propósito ya que entonces les dijo a las otras que entre las tres «iban a descorrer la bandera» para proceder a la solemne inauguración del sumiso.
Cada una de ellas cogió mi calzoncillo por un punto de la cintura, contaron hasta tres y me lo bajaron.
Sus risas, al ver mi polla encogida, debían oírse dos pisos más arriba y dos más abajo. Literalmente se descojonaban.
Rosa dijo que quería medirme la polla, a ver si pasaba de cinco centímetros, y las otras aplaudieron la idea.
Me preguntó si tenía un metro en casa. Le dije que sí y me acompañaron a buscarlo.
Andando torpemente, con el calzoncillo alrededor de los tobillos, fuimos los cuatro hasta la cocina, en uno de cuyos cajones tenía el metro.
La encargada de medirme la polla fue Carmen, mientras Cristina la sostenía horizontal poniendo el dedo índice debajo del glande. La tenía toda encogida, de la vergüenza que estaba pasando, así que no es extraño que en esa situación midiese siete centímetros escasos. Para ellas eso fue motivo de risas sin fin.
Entonces Carmen, que se iba lanzando poco a poco, animó a las otras a ponérmela dura. Para ello se pusieron las tres en torno a mis caderas (yo seguía de pie). Rosa me sobaba las nalgas, Cristina jugaba con mi nabo y Carmen me acariciaba los cojones.
Fue el tacto de la mano de Carmen, acariciándome los huevos, lo que me la puso tiesa. A medida que iba engordando ellas hacían comentarios como si estuviesen asistiendo a algo inaudito y sobre todo se partían de risa al mirar mi cara y mis sudores.
Rosa, que era la más lanzada, dijo que estaba muy caliente. Se bajó las bragas, se espatarró en un sillón y me dijo que me arrodillase para comerle el coño. Carmen y Cristina nos observaban en silencio, con la boca abierta y seca por la excitación.
Cuando Rosa se corrió yo tenía la picha más dura que una piedra.
Rosa cogió entonces una pequeña bolsa, y me mandó meneármela y correrme dentro.
Puse la bolsa en la punta del nabo y, a pesar de la vergüenza, me corrí casi al momento al ver a Carmen arrodillada delante de mí, con la vista fija en mi rabo como esperando un portento.
Con el semen dentro de la bolsa, Rosa les recordó a Carmen y Cris que era muy tarde, casi las cuatro de la madrugada, y que había que marcharse. Pero antes tenían que hacer el último brindis por la inauguración del piso.
Se sirvieron tres copas del vino que había sobrado, brindaron y lo bebieron. A continuación Rosa me dijo:
—Faltas tú.Vació mi semen en una copa, me mandó tumbarme en el suelo con la boca abierta, y sujetando la copa entre las tres la inclinaron, a unos diez centímetros sobre mis labios, para que el semen fuese cayendo lentamente. Una vez que comprobaron que me lo había tragado todo se despidieron y marcharon las tres juntas riéndose.

GOZAR CON UN SUMISO

Creo que tienes razón: los sumisos son verdaderamente divertidos.

Yo tengo un sumiso. Bueno, en realidad no es mío, porque sólo tengo dieciocho años y vivo en casa de mis padres. Su ama es una amiga mía y a veces se lo pido prestado porque me divierto mucho con él. Tiene cuarenta años, o sea que casi podría ser mi padre, y eso me da mucho más morbo, quiero decir que me da morbo ver cómo a su edad me obedece como un perro.

Me gusta humillarlo en público. Por ejemplo, cuando coincidimos en el ascensor con alguna mujer desconocida, le suelto una bofetada sin más y le exijo:

—Deja de mirarle a la señora.

No la miraba, pero da igual. A mí me da la risa y llena de orgullo le digo a la desconocida:

—Es mi esclavo.

Y él bajando la vista, afirma, tal como le tengo ordenado:
—Soy su esclavo, ama mía.

Pero sobre todo me gusta humillarlo delante de mis amigas más íntimas haciendo que me lama los zapatos, usando su boca de cenicero cuando fumo o cogiéndole los huevos con la mano, por encima del pantalón, y apretándoselos hasta que le saltan las lágrimas. Y mientras se los aprieto le hago prometer todo lo que se me ocurre y él lo promete todo. Con eso nos trochamos de risa.

Cuando dispongo de sitio, me gusta tumbarlo desnudo boca abajo, calentar agua hasta que esté casi hirviendo y entonces dejársela caer sobre el culo. Me corro viendo como se retuerce con el dolor. Y ya digo que el hecho de que tenga cuarenta años, el hecho de tener el dominio total sobre alguien que podría ser mi padre, aumenta considerablemente mi placer.

Aunque, lo que me pone más cachonda, después de hacer todo eso, es ver su polla tiesa con las ganas que tiene de follarme. Por supuesto lo dejo que me coma el coño hasta correrme. Después le pregunto si le gustaría follarme, me responde que sí con los ojos saliéndose.

Me río y con la leche en los huevos se lo devuelvo a su ama. Además, le cuento que el guarro quería follarme para que ella le pegue unas hostias.

Se lo recomiendo a mis amigas: si te quieres divertir, pide que te presten un sumiso.