LLUVIA DORADA SOBRE PORCELANA BLANCA

La puerta de los váteres de hombres y mujeres estaban casi juntas.
Un día que me encontraba yo a punto de salir del lavabo, oí que Carmen acababa de entrar en el de mujeres porque se puso a hablar unos momentos con una chica de otra sección que se encontraba allí. Sólo con oír su voz la polla se me puso dura.
Salió la otra chica y Carmen quedó sola dentro. Yo también salí e iba a volver a mi mesa de trabajo cuando sentí un fuerte deseo de entrar en el váter de las mujeres y espiar a Carmen. Venciendo el miedo, empujé la puerta muy despacio para que ella no me oyera.
El corazón me latía a mil por hora porque, además de la excitación que sentía, era consciente de que si entraba alguna chica y me sorprendía allí probablemente me despedirían. Aun así continué adelante.
Carmen acababa de meterse en el váter y estaba pasando el pestillo de la puerta.
Avancé los tres pasos que me separaban de ella y pegué el oído a la madera.
Oí cómo se bajaba la cremallera del pantalón y el ruido de este al deslizarse por las piernas. Luego el ruido de la braga al descender.
Hubo unos instantes de silencio y después oí el ruido de la meada. débil al principio, chocando en la porcelana del váter para seguidamente gotear sobre el agua con un largo y sonoro gorgoteo.
Me acaricié la polla por encima del pantalón y con solo imaginar el coño de Carmen meando, mientras oía el líquido caer, me corrí.
Cuando me di cuenta ella acababa de subirse la cremallera del pantalón e intentaba ya descorrer el pestillo.
Me precipité hacia la puerta y estaba aun saliendo en el momento en que Carmen abría la del váter, por lo que pudo verme.
Corrió ella también, muy sorprendida, y me llamó. Supongo que iba a preguntarme qué hacía allí o algo por el estilo, pero entonces reparó en el escandaloso bulto de la polla en mi pantalón y en la mancha de humedad que el esperma había hecho, porque con la excitación y las prisas no había tomado ninguna precaución ni me había limpiado.
Soltó una risa y me dio una bofetada cariñosa, la primera bofetada, al tiempo que me decía:
-Eso de espiar a las chicas en el váter está muy mal.
Y añadió todavía riéndose:
-Ahora, en castigo, te pones delante de Cristina y le preguntas si tiene algún trabajo para ti. Pero te pones defrente para que pueda verte bien el bulto del pantalón y esa mancha de humedad que tienes ahí.
Rojo de vergüenza me paré delante de Cristina e hice lo que Carmen me había mandado. Cristina iba a contestarme, porque se la veía cortada ante la imprevista situación, pero observé que miraba a mis espaldas, y supuse que Carmen le estaba diciendo por señas que no tuviese prisa, así que me dijo:
-Espera que voy a ver.
Y conteniendo la risa me tuvo varios minutos de pie, delante de ella, con el pantalón ya visiblemente mojado y el bulto de la polla, que se negaba a bajarse, sobresaliendo.
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